Por Roberto Torres
Ningún
cristiano, se debe de avergonzar del evangelio, por que es poder de Dios
para salvación a todo aquel que cree, ya que la justicia de Dios se
revela por fe y para fe, si usted es justo vivirá por esto. Aunque la
injusticia de los hombres se imponga sobre la verdad, la ira de Dios se
revelará desde el cielo contra ellos.
Debe de predicar que las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo que se
nos ha manifestado por Dios mismo dándolas a entender por las a cosas
hechas, de modo que esto incrédulo no tienen excusa.
Muchos se profesa ser sabios, mas son necio, porque habiendo conocido
a Dios no le glorifican como a Dios y su necio corazón fue envanecido;
por esto fueron entregado a la inmundicia, en la concupiscencias de su
corazones de deshonraron entre si sus propios cuerpos cambiando la
verdad de Dios por la mentira, honran y dan culto a las criaturas antes
que al creador, el cual es bendito por los siglos. A esos que habiendo
entendido que le espera un juicio que porque no escucharon el evangelio,
cometiendo hechos vergonzosos, Dios lo entregó a una mente reprobada,
para hacer cosas que no convienen y se complacen con los que practican
estas cosas, a estos son los que le debemos predicar, así puedan tener
gozo y paz cuando se arrepientan y crean.
El cristiano debe estar lleno de bondad, lleno de todo conocimiento,
de tal manera que pueda predicar a los que no conocen del Señor
Jesucristo, esforzarse a predicar sin engaño, sin temor al evangelio y
llevarlo aquello que aún desconocen la palabra. (Romanos1:16-32;
15:7-21).
No es necesario que el cristiano, tenga excelente palabra o sabiduría
para anunciar el testimonio de Dios; sino con debilidad, con temor y
temblor a Dios, El te dice, habla y no calle así el Espíritu Santo,
pondrás palabras, para que tu predicación no sea palabra persuasiva de
humana sabiduría; sino con demostración y poder, para que nuestra fe no
este fundamentada en la sabiduría de los hombres; sino en el poder de
Dios. (1Corintios 2:1-5).
No debemos gloriarnos, cuando anunciamos el evangelio, porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay! de nosotros si no anunciamos el evangelio de
buena voluntad y gratuitamente, debemos predicar haciéndonos siervo o
esclavo de todos para ganar mayor número para que se salven todos en
verdad que todos los que predican se llevaran un premio; pero no todo
luchan para obtenerlo, para lograrlo debe poner su cuerpo y ponerlo por
servidumbre y alcanzará la corona incorruptible. (1Corintios
9:16-27).
El evangelio que recibiste de que Cristo murió por nuestro pecados,
conforme a las escrituras y que fue sepultado, que resucitó al tercer
día, esto debe retener y predicar para que sea salvo, porque sino lo
creíste así, en vano fue. (1Corintios 15:1-4).
Otra cosa debe llevar cuando predica, es el amor, el cristiano no debe
estar triste, sino gozoso, aún teniendo muchas tribulaciones y angustia.
Debe de dar a conocer el gran amor que tiene, porque si alguien tiene
tristeza, esto reflejará, por lo contrario debemos perdonarle y
consolarle a aquellos que tenga demasiada tristeza y demostrarle el amor
para con ello. Debemos ser obedientes en todo, para que Satanás no gane
ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
(2 Corintios 2:3-11).
Predicar la palabra que instes a tiempo y fuera de tiempo ;
redarguye, reprende y exhorta con paciencia, porque vendrá tiempo cuando
no sufrirán la sana doctrina ; sino que queriendo oírla, se amontonaran
maestros conforme a su propias concupiscencias y apartarán la verdad del
oído y se volverán a los fábulas. Pero cuando predique sé sobrio en
todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio, pelea la buena batalla, mantente en tu carrera, guarda tu
fe, para que tenga la corona de justicia, la cual te dará el Señor, Juez
Justo, en aquel día; recuerda siempre en tu predicas, que Cristo
Juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino.
(2Timoteo 4:1-8)
Tendrán gran oposición, cuando prediquen o anuncien el evangelio de
Dios, aunque nuestra exhortación no procede de error, ni de impureza, ni
de engaño, sino que fuimos aprobados por Dios, para que confiemos en el
evangelio, no para agradar a los hombres, sino a Dios que prueba
nuestros corazones. No usen palabra lisonjeras, ni encumbran avaricia,
ni busquen gloria de los hombres, ni de nosotros mismo, sino que sean
apóstoles de Cristo, debemos ser tiernos, tener gran afecto por los
demás, que solamente no entreguemos el evangelio; sino que nuestras
propias vidas, si fuese necesario, que nunca nos fatiguemos de nuestro
trabajo, ni de día, ni de noche, predicando siempre el evangelio de
Dios.
Así que debemos comportarnos, exhortándonos como padres a sus hijos y
consolarnos cada uno de nosotros los creyentes, sabiendo de todo modo
que Dios y nosotros mismo somos testigos, de cuan Santo y Justo debemos
de comportarnos y encargar a los demás andar como es digno de Dios, dar
gracias a Dios sin cesar por lo que recibiste de la palabra, no fue de
hombre; sino según la verdad, la cual actúa en nosotros los creyentes.
(1Tesanolisenses 2:1-13).
Debemos conocer el evangelio de Cristo, porque hay muchos que
perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo, aunque sea un
ángel del cielo que anuncie otro evangelio diferente que no sea de
Cristo, no lo crea llámele anatema, porque no predica a Dios; sino a los
hombres y no es siervo de Cristo. (Gálatas 1:17).
Nosotros debemos dar a conocer el poder y la venida de nuestro Señor
Jesucristo, no como fábula artificiosas; sino como lo han descrito su
santa palabra, pues el recibió honra y gloria del Padre Dios, diciéndole
este es mi hijo amado en el cual tengo complacencia. Tenemos también la
palabra profética más segura a la que debemos estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el
lucero de la mañana salga en nuestros corazones. Debemos entender que
lo que predicamos sobre la verdad, están escrito en la Biblia y que
ninguna profecía de la escritura es de interpretación privada, porque
las profecías no fueron traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron y escribieron siendo inspirados por el
Espíritu Santo.
Así que “Id y predicar el Evangelio del Señor Jesucristo a toda
criatura hasta los confines de la tierra, así como fue encomendado a los
apóstoles. (2 Pedro 1:16-21).
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