Así como el pionerismo, campismo,
señalización, la observación es parte integrante de las practicas de un
scout, por lo menos el grupo #97 Ramón Max Espinal sometemos a los miembros a un
adiestramiento prueba y una de ella es la observación, donde el scout
debe desarrollar el sentido de la visión, en una de las encomiendas le
ponemos a mirar estas imágenes, para que diga que ve en ellas. así como
también el Juego de Kim, vea su historia más a bajo.


La Historia de Kim
Las
aventuras de Kim
En una historia de
Kipling titulada Kim, puede verse mucho de lo que es un Scout.
Kim, cuyo verdadero nombre era Kimbal O’Hara, era hijo de un
sargento de un regimiento irlandés en la India. Quedo huérfano
siendo aún niño y bajo el cuidado de su tía.
Sus compañeros de
juego eran todos indígenas; sabía la lengua del país mejor que
ningún europeo. Trabó gran amistad con un viejo faquir que
recorría el país y viajó con él por todo el norte de la India.
Cierto día encontró el viejo regimiento de su padre y como
entrase a ver el campamento inspiró sospechas de que pudiera ser
un ratero y fue detenido. Al ser registrado le encontraron su
acta de nacimiento y al saber quién era lo adoptó el regimiento
encargándose de su educación; pero a cada permiso Kim se vestía
de indio y se iba con los indígenas.
Más tarde, hizo
conocimiento con un tal Mr. Lurgan, comerciante de joyas y de
antigüedades que, por su conocimiento de las gentes del país
estaba afiliado al servicio de informaciones.
Viendo a Kim tan bien informado de las cosas y las costumbres
indias pensó que haría un buen agente de informaciones, como si
dijéramos un detective para indígenas. Por lo tanto, dio a Kim
clases de observación y le hizo ejercitar su memoria para
recordar pequeños detalles, cosas importantes en la educación de
un Scout.
Adiestramiento de Kim
Lurgan empezó por
enseñar a Kim una bandeja llena de joyas, se las hizo ver
durante un minuto, después las cubrió con un pañuelo y le
preguntó cuántas y qué clase de piedras había visto. Al
principio sólo se acordaba de algunas y su descripción era muy
imperfecta; pero después de algunos ejercicios consiguió
acordarse muy bien de todas, así como de cualquiera otra clase
de objetos que se le mostraran.
Al fin fue nombrado
miembro del Servicio Secreto; se le dio un signo de
reconocimiento: un relicario o insignia que debía llevar colgado
del cuello y una frase que dicha de cierta manera, revelaba su
condición de agente del Servicio.
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Si el scout es bien observador podrá distinguir los tipos de nubes que
existen en la atmósfera, por esto es que le mostramos aquí en
fotografías y la conozca, para que con ella pueda determinar si se puede
acampar, o no se puede ir de excursiones, si la actividad al aire libre
es un fracaso o un éxito, en fin conocer algo de la meteorología.
Combinando los cuatro nombres fundamentales (cirros, cúmulos, estratos y
nimbos), se obtienen los diez tipos o géneros de nubes de la
clasificación moderna, que también tiene en cuenta la altitud en que se
forman. Esta designación está basada en la apariencia que presentan las
nubes vistas desde el suelo.
Si una capa de nubes se halla por debajo de los 2.000 metros de altitud,
se clasifica como nube baja; si está entre los 2.000 y los 6.000 metros
se la denomina nube intermedia, agregándose el prefijo alto a su nombre
básico; y si se encuentra a más de 6.000 metros se la llama nube alta,
teniendo como prefijo el término cirro.
Los diez géneros de nubes, en orden decreciente de altura, son los
siguientes:

Los cirros.
Se
encuentran generalmente entre 6.000 y 10.000 metros de altitud, o sea,
hasta el límite aproximado de la troposfera. Estas nubes altas están
constituidas por cristalitos de hielo y son transparentes.
Los
cirroestratos.
Estas nubes
altas aparecen a unos 8.000 metros de altitud. Se asemejan a un velo o
manto continuo blanquecino, transparente, de aspecto fibroso o liso, que
cubre total o parcialmente el cielo, pero sin ocultar el Sol o la Luna,
en torno de los cuales producen el fenómeno óptico del halo. Como los
cirros, estas nubes también están constituidas, principalmente, por
cristalitos de hielo.
Los
altoestratos
Estas nubes
intermedias, cuyas bases se hallan de 3.000 a 4.000 metros de altitud,
son como un velo o manto de color gris, a veces con tonalidades blancas
y azuladas. Sus partes menos densas permiten ver el Sol y la Luna como
manchas difusas de luz, como si fuera a través de un vidrio opaco.
Los altoestratos están constituidos por gotitas de agua y cristalitos de
hielo, conteniendo la mayoría de veces gotas de lluvia y copos de nieve,
por lo que producen precipitaciones de ese tipo. Llegan a alcanzar
grandes extensiones (varios centenares de kilómetros) y un espesor
apreciable, a veces, de varios kilómetros.
Como esas nubes no producen el fenómeno óptico del halo, ello demuestra
que aunque contengan cristalitos de hielo, éstos se encuentran muy
desiguales y opacos, por lo que la refracción de la luz es totalmente
irregular.
Los
altocúmulos
Son también
de la clase de nubes intermedias, siendo su altura de base unos 3.000
metros. Están, al menos en su mayor parte, constituidas por gotitas de
agua, aunque, a muy bajas temperaturas, pueden formarse cristalitos de
hielo que, si caen, pueden originar fenómenos ópticos como el halo,
parhelios y columnas luminosas.
Generalmente aparecen en bancos o mantos de nubes en forma globular,
como si se tratasen de balas de algodón o grandes pastillas,
distribuidas en una o dos direcciones bien marcadas, cual enlosado
celeste. Algunas veces toman otras formas. Casi siempre tienen vigorosas
partes sombreadas, aunque su color más corriente es una mezcla de blanco
y gris.
Los
estratocúmulos
La altura de
base de estas nubes bajas es de unos 1.500 metros. Se presentan en capas
o bancos de color gris y blanquecino, con límites definidos.
Generalmente forman fajas paralelas de gran extensión. Están
constituidas por gotitas de agua.
Los
nimboestratos.
También
pertenecen a la serie de nubes bajas. Su base se encuentra a una altitud
de alrededor los 1.200 metros. Son mantos nubosos propios del tiempo de
lluvia. Son de color gris, frecuentemente oscuros. Su espesor es siempre
lo suficientemente grueso para ocultar el Sol. Su aspecto queda borroso
o enturbiado por la caída de la lluvia o nieve.
Los nimboestratos están constituidos por gotitas de agua y gotas de
lluvia, aunque muchas veces también contienen cristalitos de hielo y
copos de nieve.
Los
estratos.
Son nubes
bajas que se presentan en forma de largas fajas horizontales de color
humo o grisáceo y son muy parecidas a los nimboestratos, aunque no están
relacionados con lluvias o nevadas. Son mantos muy uniformes, parecidos
a la niebla, por lo que vulgarmente se las conoce como "nieblas altas".
Su altitud es siempre muy baja, originándose desde alturas cercanas al
suelo hasta unos 800 metros.
Se la considera nube de buen tiempo. Está integrada por gotitas de agua
y aparece frecuentemente por las mañanas en las zonas montañosas.
Los
cúmulos.
Estas nubes tienen generalmente una base llana y horizontal que se halla
a una altitud de 800 a 1.000 metros. Se presentan en conglomerados
sueltos, de color blanco, brillantes cuando están iluminados por el Sol,
y con una base un poco oscura. Se desarrollan verticalmente en forma de
cúpulas, prominencias o torres, siendo la parte superior muy semejante a
una coliflor. Están compuestos por gotitas de agua, aunque se pueden
formar cristalitos de hielo a partir de temperaturas inferiores a 0° C.
Los
cúmulos son conocidos como (nubes de buen tiempo), aunque vulgarmente se
les llama (balas de algodón). Estas nubes deben principalmente su origen
a las corrientes ascendentes del aire cargado de vapor de agua y se
desarrollan a temperaturas altas en los países templados, especialmente
en verano. Empiezan a nacer, por lo común poco después de la salida del
Sol, creciendo en número y volumen hasta las horas más cálidas del día,
para disminuir y declinar al atardecer, en que se extienden en fajas
horizontales y, por fin, desaparecer al cerrar la noche.
Este
tipo de nubes se puede presentar simultáneamente en varias etapas de su
desarrollo vertical, por lo que adoptan infinidad de tamaños, que
dependen de su génesis y de la importancia de las corrientes de
convección.
Los cumulonimbos.
Son nubes
bajas de gran desarrollo vertical, con una base a poca altitud (unos 800
metros del suelo), y cuya altura llega algunas veces hasta los 9.000 y
10.000 metros, es decir, toda la altura de la troposfera. Su base
horizontal, que alcanza tonalidades muy oscuras, puede ocupar hasta 30
km de ancho. Su parte superior es generalmente aplanada y en forma de
"yunque". Su aspecto amenazador y el que
produzcan grandes tormentas de lluvia y granizo, acompañadas de rayos y
truenos, hace que se las conozca como "nubes de tormenta".
Los cumulonimbos están constituidos por gotitas de agua, cristales de
hielo, gotas de lluvia y, la mayor parte de las veces,
copos de nieve,
granizo y pedrisco. Suelen presentarse aisladamente o en filas en forma
de muralla.
De todos estos géneros de nubes que hemos descrito puede caer alguna
forma de precipitación, pero sólo suelen llegar al suelo las de los
altoestratos y de los cumulonimbus, productores de las grandes lluvias y
nevadas, así como las de los nimboestratos.
4. DESARROLLO DE
LAS NUBES DE TORMENTA
Como ya hemos señalado, cuando la atmósfera es inestable hasta gran
altitud y su contenido de humedad elevado, se desarrollan las nubes
convectivas, que crecen rápidamente una vez iniciado el proceso de
condensación. El término convección, como ha quedado suficientemente
aclarado, se utiliza para expresar la transferencia de calor, o de
alguna otra propiedad, por medio de movimientos verticales. Cuando éstos
son horizontales, los meteorólogos utilizan el vocablo advección.
En grandes masas de aire muy inestable, donde el gradiente vertical de
temperatura es grande, las pequeñas masas o parcelas de aire, a medida
que ascienden se hacen más livianas que el aire circundante, debido a
que la diferencia de temperatura entre la parcela y el medio que la
rodea aumenta con la altitud. Siempre que esta condición persista, el
aire de la nube sigue elevándose con velocidad creciente. En algunos
casos, esta diferencia de temperatura continúa en aumento aun a más de
10.000 metros, por encima de la troposfera, y el aire de la nube puede
ser más cálido que el aire que la rodea en las capas bajas de la
estratosfera.
De esto se desprende que se denomina gradiente vertical de temperatura a
la medición del decrecimiento de temperatura por unidad de altura. Es
positivo cuando la temperatura decrece con la altitud y negativo cuando
la misma aumenta.
Una parcela de aire de nube que asciende a razón de 60 metros por minuto
al nivel de la base de la nube, situada a unos 1.500 metros de altura,
por ejemplo, puede alcanzar velocidades ascensionales del orden de los
1.500 metros por minuto, cuando llegue a los 8.000 metros. De este modo,
pequeños cúmulos crecen velozmente, adquiriendo gran volumen, hasta
convertirse en cúmulos congestus. Si las corrientes de convección son
muy penetrantes, terminan por convertirse en cumulonimbos o nubes de
tormenta.
Para un observador casual, las activas nubes convectivas en pleno
desarrollo pueden parecerle una masa confusa y entremezclada de
corrientes de aire sin relación entre sí, pero los minuciosos estudios
llevados a cabo en los últimos años con aviones especialmente equipados,
satélites, radares y otros equipos, han demostrado que no es así, por lo
que tienen que revisarse muchos de los conceptos contenidos en los
antiguos manuales de Meteorología.
Las células de tormenta
Según estudios llevados a cabo por el americano Byers y
colaboradores, llegaron a la conclusión de que las tormentas están
compuestas por una o varias células, teniendo cada una un ciclo de vida
bien definido.
Durante la primera etapa, el movimiento del aire es casi enteramente
ascendente, por lo que la mayor parte del aire que constituye la nube
proviene de las capas situadas por debajo de la base de la misma. No
obstante, también se produce aporte de aire, a través de los lados de la
nube. Mientras dura esta fase de convección, conocida como etapa
cumuliforme, la nube crece rápidamente y la velocidad ascendente va en
aumento.
El desarrollo de la nube va acompañado por el crecimiento de los
elementos de precipitación. Cuando estos elementos son lo suficiente
grandes, su peso influye en el proceso, pues ejercen suficiente
resistencia al ascenso como para obligar a una parte del aire de la nube
a iniciar el descenso. Este se considera el comienzo de la etapa de
madurez. Una vez nacida la corriente descendente, la misma se acelera
rápidamente, y al enfriarse el aire por la evaporación de la
precipitación, adquiere mayor densidad y peso que el aire exterior de la
nube. Esta situación favorece la aceleración de bajada del aire de la
nube.
Durante esa etapa de madurez, los movimientos verticales, tanto
ascendentes como descendentes, son muy vigorosos. Una parte de la nube
se eleva a gran velocidad mientras que, al mismo tiempo, otra parte de
ella, cada vez de mayor tamaño, desciende con gran ímpetu. En esta fase,
una tormenta se caracteriza por la máxima precipitación, ya sea en forma
de lluvia, granizo, etc., por efectos eléctricos, truenos y ráfagas de
aire en las capas cercanas al suelo.
A medida que la corriente descendente crece dentro de la nube, disminuye
gradualmente la energía proporcionada por la corriente ascendente.
Cuando toda la nube está constituida por aire descendente, la tormenta
alcanza su fase final., llamada etapa de disipación. En ese momento,
tanto la intensidad de la turbulencia como la precipitación y la
actividad eléctrica han quedado a la más baja actividad. Todo lo que
queda es una gran masa vellosa de nubes que comienza a evaporarse con
celeridad.
Se supone que cada célula tiene un diámetro de varios kilómetros y dura
algo menos de una hora. A pesar de ello, una tormenta de gran intensidad
puede estar compuesta por muchas células, cada una de ellas en diferente
fase de desarrollo. Cuando una célula se disipa otra nueva se forma, por
lo que una tormenta puede durar muchas horas.
5. LOS
SISTEMAS NUBOSOS
Las nubes que hemos descrito individualmente no están distribuidas al
azar, arbitrariamente, en el conjunto de la atmósfera, sino que al
obedecer su formación a diferentes perturbaciones meteorológicas, lo que
da lugar a una nubosidad característica para cada caso, están asociadas
entre sí de un modo general. Las nubes se presentan, pues, agrupadas en
conjuntos denominados sistemas nubosos.
La parte anterior del sistema, en el sentido de la marcha del mismo, se
denomina cabeza o frente y, corrientemente, está integrado por las nubes
más altas, cirroestratos y cirrocúmulos. Los primeros en la parte más
externa, alejándose a veces hasta distancias enormes.
La parte central, llamada cuerpo, es una zona de nubes intermedias y
bajas (altoestratos, nimboestratos, etc.), que sigue groseramente la
forma elíptica. En esta zona el cielo está completamente cubierto y se
halla el núcleo principal de lluvias.
Los bordes laterales del sistema, denominados márgenes, presentan nubes
intermedias y altas (cirros y altocúmulos), principalmente.
La parte posterior o final se califica de cola, de por sí tan larga como
el resto del sistema. Es de forma irregular, con grandes claros y una
nubosidad muy variable, en la que predominan las nubes de tormenta,
productoras de breves, pero intensas precipitaciones. En la cola también
se producen violentas ráfagas de viento, acompañadas o no de gran
aparato eléctrico.
En el curso de su traslación, estos sistemas conservan más o menos su
disposición. Lo más corriente es que entre dos sistemas sucesivos medie
una zona de cielo despejado o con nubosidad convectiva y escasa, que
puede considerarse como nubes de buen tiempo. Estas interrupciones se
denominan cielo de intervalo. Algunas veces existen zonas de conexión
con los márgenes de los sistemas consecutivos, que están pobladas de
nieblas, estratos y estratocúmulos. El tamaño de un sistema varía entre
400 y 3.000 km de diámetro.
Según sus características, los sistemas nubosos principales se dividen
en depresionarios, tempestuosos y fijos.
El sistema depresionario
Su forma casi corresponde a la descripción que hemos hecho del sistema
tipo. Acompañan a las borrascas y se presentan organizados con
regularidad. Pueden producir grandes chubascos, en el caso de constar su
núcleo con un intenso banco de nimboestratos. En caso contrario, al
faltar un verdadero núcleo de lluvia, sólo se producen lloviznas.
El sistema tempestuoso
Carecen de la regularidad de los depresionarios. Son mucho más
incoherentes, característicos de las tormentas. En ellos el cuerpo
apenas está representado o falta del todo, mezclándose los claros con
nubes de todas clases y altitudes, por lo que se le conoce como "aspecto
caótico del cielo". En cambio, la cola está mucho más desarrollada que
en los sistemas depresionarios, mezclándose con el cuerpo, casi formando
un solo conjunto.
Los sistemas de este tipo evolucionan rápidamente, hasta el extremo de
que son difíciles de identificar en cartas del tiempo. Presentan
gradientes térmicos anormales y coinciden con núcleos de variación de la
presión atmosférica.
El sistema fijo
Está relacionado casi siempre con los grandes anticiclones o con sus
dorsales. Son anchos bancos de estratocúmulos en invierno, y zonas de
nubes convectivas en verano.
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