Por: Roberto Torres
El
nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su madre,
con José, antes que vivieran juntos se halló que había concebido del
Espíritu Santo.
José, su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla
secretamente.
Pensando él en esto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le
dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo
que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Dará a luz un hijo, y
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados». Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el
Señor por medio del profeta: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrás por nombre Emmanuel» (que significa: «Dios con nosotros»).
Cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había
mandado y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a
su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús.
Al sexto mes, el
ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba
José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: --¡Salve, muy favorecida!
El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Pero ella, cuando lo vio, se turbó por sus
palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le
dijo: --María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor
Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin. Entonces María preguntó al
ángel: --¿Cómo será esto?, pues no conozco varón. Respondiendo el
ángel, le dijo: --El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que
va a nacer será llamado Hijo de Dios. Y he aquí también tu parienta
Elizabet, la que llamaban estéril, ha concebido hijo en su vejez y este
es el sexto mes para ella, pues nada hay imposible para Dios. Entonces
María dijo: --Aquí está la sierva del Señor;
hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
Aconteció en aquellos
días que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el
mundo fuera empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio
gobernador de Siria.
E
iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. También José
subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de
David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de
David, para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la
cual estaba encinta. Aconteció que estando ellos allí se le cumplieron
los días de su alumbramiento dio a luz a su hijo primogénito, y lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar
para ellos en el mesón.
Los
ángeles y los pastores
Había pastores en la misma región, que velaban y
guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y se les presentó
un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y
tuvieron gran temor. Pero el ángel
les dijo:--No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis
al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Repentinamente
apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que
alababan a Dios y decían: « ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra
paz, buena voluntad para con los hombres!» Sucedió que cuando los
ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a
otros:
--Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el
Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a
María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a
conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Todos los que
oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María
guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se
volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían
oído y visto, como se les había dicho.
Presentación
de Jesús en el templo
Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre
Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera
concebido. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos
conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al
Señor
(como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón que abra la matriz
será llamado santo al Señor»), y para ofrecer conforme a lo que se dice
en la Ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos palominos». Había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso,
esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes que viera al Ungido del Señor. Movido por el Espíritu, vino al
templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo para
hacer por él conforme al rito de la Ley, él lo tomó en sus brazos y
bendijo a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la cual
has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a
los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». José y su madre estaban
maravillados de todo lo que se decía de él. Los bendijo Simeón, y dijo a
su madre María:--Este está puesto para caída y para levantamiento de
muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada
traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de
muchos corazones. Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel,
de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido
siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro
años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con
ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias
a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en
Jerusalén.
La
visita de los sabios de Oriente
Cuando Jesús
nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente
a Jerusalén unos sabios, preguntando: --¿Dónde está el rey de los
judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y
venimos a adorarlo. Al oír esto, el
rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y, habiendo convocado a
todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó
dónde había de nacer el Cristo. Ellos le respondieron:--En Belén de
Judea, porque así fue escrito por el profeta:"Y tú, Belén, de la tierra
de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de
ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel". Entonces
Herodes llamó en secreto a los sabios y se cercioró del tiempo exacto en
que había aparecido la estrella. Y enviándolos a Belén, dijo: --Id allá
y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis,
hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo. Ellos, habiendo
oído al rey, se fueron. Y la estrella que habían visto en el oriente iba
delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el
niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Al
entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo
adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no
volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
La
huida a Egipto
Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en
sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a
Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que
Herodes buscará al niño para matarlo». Entonces él, despertando, tomó
de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que
dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: «De Egipto llamé a mi
Hijo».
Matanza de los niños
Herodes entonces, cuando se vio burlado por los sabios,
se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que
había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo indicado
por los sabios. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías,
cuando dijo:
«Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que
llora a sus hijos y no quiso ser consolada, porque perecieron».
El regreso de Egipto
Pero después que
murió Herodes, un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto,
y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de
Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño».
Entonces él se levantó, tomó al niño y a su madre, y se fue a tierra de
Israel. Pero cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su
padre Herodes, tuvo temor de ir allá. Y avisado por revelación en
sueños, se fue a la región de Galilea y se estableció en la ciudad que
se llama Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por los
profetas, que habría de ser llamado Nazareno.
Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la Ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño
Jesús en el templo
El niño crecía y
se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él.
Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de
la Fiesta.
Al regresar
ellos, acabada la Fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que
lo supieran José y su madre. Pensando que estaba entre la compañía,
anduvieron durante un día, y lo buscaban entre los parientes y los
conocidos; pero como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén buscándolo.
Aconteció que tres días después lo hallaron en el templo, sentado en
medio de los doctores de la Ley, oyéndolos y preguntándoles. Y todos
los que lo oían se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
Cuando lo vieron, se sorprendieron. Su madre le dijo: --Hijo, ¿por qué
nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces él les dijo: --¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los
negocios de mi Padre me es necesario estar? Pero ellos no entendieron lo
que les dijo. Descendió con ellos y volvió a Nazaret, y les estaba
sujeto. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús
crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los
hombres.
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