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Nacimiento e infancia de Jesucristo
(Mateo 1:18-25; Lucas 1: 26-38; 2.1-7)

                                     Tomado del libro Cristomicina, cápsula de temas biblicos

Por: Roberto Torres

El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su madre, con José, antes que vivieran juntos se halló que había concebido del Espíritu Santo.

 José, su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.

 Pensando él en esto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.  Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».  Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel» (que significa: «Dios con nosotros»).  Cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer.  Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús.

Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,   a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: --¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.   Pero ella, cuando lo vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.  Entonces el ángel le dijo: --María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.  Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.  Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre;  reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin.  Entonces María preguntó al ángel: --¿Cómo será esto?, pues no conozco varón.  Respondiendo el ángel, le dijo: --El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios.  Y he aquí también tu parienta Elizabet, la que llamaban estéril, ha concebido hijo en su vejez y este es el sexto mes para ella,  pues nada hay imposible para Dios.  Entonces María dijo: --Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.

Aconteció en aquellos días que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuera empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.  E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.  También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David,  para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.  Aconteció que estando ellos allí se le cumplieron los días de su alumbramiento dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

 

Los ángeles y los pastores

 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.  Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo:--No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.  Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.  Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: « ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz,  buena voluntad para con los hombres!»  Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: --Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.  Al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.  Todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.

 

Presentación de Jesús en el templo

  Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido.  Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor  (como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor»),  y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos palominos». Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.  Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor.  Movido por el Espíritu, vino al templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,  conforme a tu palabra,  porque han visto mis ojos tu salvación,  la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».  José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:--Este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha  (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.  Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su virginidad,  y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.  Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

 

La visita de los sabios de Oriente

  Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios,  preguntando: --¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.  Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.  Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le respondieron:--En Belén de Judea, porque así fue escrito por el profeta:"Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá,  porque de ti saldrá un guiador,  que apacentará a mi pueblo Israel".  Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y se cercioró del tiempo exacto en que había aparecido la estrella.  Y enviándolos a Belén, dijo: --Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo.  Ellos, habiendo oído al rey, se fueron. Y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.  Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.  Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.  Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

 La huida a Egipto

   Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo».  Entonces él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

 Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: «De Egipto llamé a mi Hijo».

   

Matanza de los niños

  Herodes entonces, cuando se vio burlado por los sabios, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo indicado por los sabios.  Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: «Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos y no quiso ser consolada, porque perecieron».

   

El regreso de Egipto

  Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto,  y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño». Entonces él se levantó, tomó al niño y a su madre, y se fue a tierra de Israel.  Pero cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo temor de ir allá. Y avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea  y se estableció en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado Nazareno. Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

 

 El niño Jesús en el templo

   El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la Fiesta. Al regresar ellos, acabada la Fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supieran José y su madre.  Pensando que estaba entre la compañía, anduvieron durante un día, y lo buscaban entre los parientes y los conocidos;  pero como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén buscándolo.  Aconteció que tres días después lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la Ley, oyéndolos y preguntándoles.  Y todos los que lo oían se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando lo vieron, se sorprendieron. Su madre le dijo: --Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: --¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Pero ellos no entendieron lo que les dijo.  Descendió con ellos y volvió a Nazaret, y les estaba sujeto. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.  Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Última actualización: 29 de noviembre de 2015.