Por Roberto Torres
Si
alguien peca contra ti, no importando quién fuese tu primer deber es
reprenderlo estando presente tu y él a sola, si quién te ha ofendido te
escucha, bien lo hace ; pero en caso de lo contrario, debe atestiguarlo
delante de dos más para que conste toda palabra en boca de ambos. Si no
es cristiano preséntalo al Señor en oración; pero si es un hermano y no
te oyes ni a los dos testigos, dilo a la congregación y si no oyeren
tenle por gentil y publicano, pero no le tome en cuenta en nada; porque
lo que atáis en la tierra, será atado en el cielo. Así que perdonándolo
esta desatándolo, y será desatado en el cielo agradando a Dios en esto.
Hay hermanos que dicen “ya estoy cansado, te he perdonado varias
veces; pero ya esta bueno no puedo más”, no han leído cuando Jesús nos
dice; no te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Perdonaos los unos a los otros. (Mateo 18:15-22), (Efesios 4:32),
(Colosense 3:13).
Para agradar a Dios debemos morir al pecado, para que la gracia sobre
abunde, bautizándonos en Cristo Jesús, morimos juntos con él, a fin de
que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre así
también nosotros andaremos en la vida nueva, muriendo al viejo hombre,
para que el cuerpo del pecado sea destruido, para no servirle más al
pecado y hemos sido justificado por él, así también nosotros nos
consideramos muerto al pecado, pero vivo para agradar a Dios en Cristo
Jesús Señor nuestro. Sabemos que no podemos dejar reinar el pecado en
vuestro cuerpo, ya no más adulterio, fornicación, drogas etc.; sino
obedecer a Dios que por su gracia, el pecado no se adueñara de nosotros;
(Romanos 6:1-14).
Muchos agradan más la ley que a Dios, porque cumpliéndola se libran
de pecar, no sabiendo que la ley es espiritual y que somos carnales,
pues cuando uno hace lo que no quiere, no sale de uno; sino del pecado
que mora en uno, quien nos librará de el cuerpo de muerte que tenemos;
sino por las gracias de Dios en el Señor Jesucristo; con la mente sirvo
a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado. (Romanos 7:
7-25).
Para
agradar a Dios debe haber alguna consolación en Cristo, algún consuelo
de amor, alguna comunión del espíritu, algún afecto entrañable, alguna
misericordia, tener el mismo sentir de gozo y amor unánime, no hacer
nada por contienda o por vanagloria ; sino actuar con humildad,
estimando al otro como superior, no mirando lo propio sino los demás
que haya el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, que en forma de Dios,
se humilló así mismo haciéndose obediente hasta la muerte, para que Dios
te exalte hasta lo sumos, de esta forma puede agradar a Dios.
(Filipense 2:1-9).
Si
pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, las Buenas Nuevas de Salvación, ya no hay más sacrificio por los
pecados; sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego
que ha de devorar a los adversarios, por no haber obedecido. El que viva
la ley muere irremisiblemente; pero mayor castigo lo tendrá el que
pisoteará al Hijo de Dios y no conociera su pacto de su preciosa sangre,
la cual nos santificó, pues conocemos y obedecemos al que dijo, mía es
la venganza, yo daré el pago, dice el Señor y jugará a su pueblo.
Cuando usted llega a los caminos del Señor y ha sido iluminado,
sostiene gran combate de padecimientos con vituperios y tribulaciones al
igual que otros hermanos que pasan por esta situación semejante. Pero no
debemos compadecer por que nos espera al mejor que esto y perdurable
herencia en los cielos. A lo que agradará al Señor dejando atrás vuestro
bienes despojándonos de ellos y pensar que nuestro galardón es grande,
esperemos con paciencia, para hacer la voluntad de Dios; por que un
poquito más y el que ha de venir vendrá, y no tardará, sed justo en todo
y vivirá por la fe, sin retroceder para perdición; sino para
preservación del alma. (Hebreos 10:26-38).
Dios se agrada de aquellos que son rápido para oír, tardo para hablar,
tardo para airarse, ya que el hombre que toma ira, Dios no obra su
justicia, desecho toda inmundicia abundancia de malicia, debemos recibir
con mansedumbre la palabra implantada y no ser solo oidores sino
hacedores de las obras, para que sea bienaventurado en lo que hace. La
religión vana, que no refrena la lengua; sino que engaña los corazones
de muchos, adoctrinándolo con otro evangelio no agrada a Dios con sus
hechos, más los que enseñan con poder el evangelio de Jesucristo,
visitando a los huérfanos, a las viudas en sus tribulaciones, se guarda
del mundo, sus deseos, esta es pura y sin mácula delante de Dios el
Padre. (Santiago 1:19-27).
El Señor Jesús nos enseña que debemos mantener vuestra santificación,
apartándonos de fornicación, que sepamos tener nuestra propia esposa en
santidad y honor, sin pasión de concupiscencia, como los gentiles que
no conocen a Dios, que no engañemos a nadie, ni en nada, ya que el Señor
es vengador de todo esto, Dios no nos llamó a inmundicia, sino a
santificación, el que desecha todo esto, no desecha a Dios que nos dio
su Espíritu Santo. (1Tesanolisense 4:2-8).
El cristiano que desea agradar a Dios en Espíritu y en Verdad, debe
andar con rectitud, quebrantarse en oración, ruego, súplica, ayuno etc.
Elevar cántico de alabanza y exaltación, esperar pacientemente,
cumplir, obedecer y hacer la voluntad del Padre Dios. Temerle y hacer
justicia rechazando toda inmundicia, aborreciendo el pecado, no vivir
según la carne, sino conforme al Espíritu, servirle a Cristo y solamente
a él, apartándose de toda idolatría, santería, brujería, y tradiciones
de hombres. Tener fe porque sin ella es imposible agradar a Dios, hacer
bienes, ayuda mutua, sacrificios ya que la fe sin obra es muerta.
(1Crónicas 29:17) (Job 6:9)(Salmos 18:1-19; 40:6 -8) (Hechos 10:35)
(Romanos 8:8; 14:18) (1Corintios 10:5) (Hebreos 11:6; 13:16).
|